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El nuevo impulso a la electromovilidad que llega de Estados Unidos, China y Europa revitalizó las inversiones en litio, aquella gran promesa del noroeste argentino. ¿Qué tan real es la revolución del mineral? ¿Cuánto puede aportar al desarrollo y a una eventual industrialización? Hablan los protagonistas del sector.
En 2021 se cumplieron 30 años del lanzamiento comercial de la primera batería recargable de ion-litio, desarrollada por Sony para sus cámaras portátiles. Hasta entonces, el litio estaba asociado sobre todo a la industria farmacéutica y el tratamiento de trastornos bipolares. Una prueba de esto es «Lithium«, la balada maníaco depresiva de Kurt Cobain para uno de los puntos más altos de Nevermind, el disco clave de Nirvana, que también apareció en 1991.
La batería de Sony sentó las bases para alimentar uno de los fenómenos comerciales más impactantes de la humanidad contemporánea: la era móvil, el amplísimo espectro de artefactos portables de electrónica de consumo, desde las primeras laptops hasta los smartphones. Pronto, esa tecnología revolucionaria migró, razonablemente, a la industria de la movilidad. En 2008 apareció el Tesla Roadster, el primer «supercar» con baterías de ion-litio, el primer paso para la que hoy es la automotriz más valiosa del mundo.
Pero, ¿qué tiene el litio que no tengan otros minerales? ¿Por qué se convirtió en este fetiche de la electromovilidad? Porque es el más ligero de todos los metales, tiene un enorme poder electroquímico que habilita una gran densidad energética y resolvió buena parte del problema del «efecto memoria» en las baterías: el litio permite que puedan recargarse miles de veces con una muy baja pérdida de eficiencia.
Ahora bien, llamar «oro blanco» al litio tal vez suene al menos voluntarista. Para empezar, se calcula que su costo explica alrededor del 5 por ciento del costo de una batería. El comercio global de litio en 2020 no superó los US$ 2000 millones y todavía no llega ni a los talones del volumen que mueve, por ejemplo, el cobre. El año pasado, solo Chile exportó de este metal clave para la electricidad US$ 36.000 millones en todos sus formatos. Aún más arriesgado es el mote de «petróleo del siglo XXI». En 2020, la Argentina exportó 28 millones de barriles de crudo por casi US$ 1000 millones. Aún muy por debajo del potencial de Vaca Muerta, este volumen es menos de un tercio del petróleo que consume todo el mundo en 24 horas.
Livent anunció inversiones para duplicar su producción, con contratos high class como el de BMW.
El litio sin embargo está todavía en pañales. Ni siquiera es una commodity estrictamente hablando. Su extracción, refinación y puesta en valor requieren mano de obra intensiva y aplicación de tecnología de vanguardia, y si algo no se discute en este mercado en constante disrupción es que su demanda va a seguir creciendo. Al menos 10 veces en los próximos 10 años. Las baterías son la llave para descarbonizar el transporte y son una alternativa más que viable para almacenar la energía de fuentes renovables, cuya intermitencia es su principal debilidad.
El litio presenta además una clara oportunidad para la Argentina, uno de los tres vértices del famoso «triángulo del litio» junto con Bolivia y Chile. El país concentra alrededor de un quinto de las reservas globales y de acuerdo con todos los análisis de mercado se consolida como el tercer gran proveedor del mundo detrás de Australia y Chile. Si todo sale bien, la Argentina debería superar pronto a China, que al cierre de esta edición permanece en el podio de los productores.
En 2021, el panorama es todavía más optimista que en 2020, el año Covid, e incluso 2019, cuando la crisis macro nacional coincidió con un exceso de oferta del mineral -entre otros ruidos- que devino en caída generalizada de los precios del litio. La tonelada de carbonato de litio «grado batería» tocó la zona de los US$ 6000 a principios de 2020 tras caer drásticamente desde fines de 2018. Al cierre de esta edición, se habían cerrado contratos en China por encima de los US$ 13.000. El triunfo de Joe «Green New Deal» Biden en Estados Unidos, las regulaciones europeas para erradicar los motores de combustión más temprano que tarde y el decisivo avance de China en sus planes de electrificación pusieron al litio otra vez en el centro de la escena.
Estas razones son las que motivaron, por un lado, un revival en los planes de inversión en las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy. Y por el otro, un rumor en los pasillos legislativos: un proyecto de un sector del oficialismo para declarar «estratégico» al litio e incluso nacionalizarlo con el propósito de industrializarlo tierra adentro o captar más renta por su exportación. Si bien la industria prefiere no hacer comentarios, las provincias no dudan en rechazar la idea de plano. Coinciden en la perspectiva industrialista, pero priorizan antes la consolidación del mercado.
Martín Perez de Solay, CEO de Orocobre-Galaxy. Foto: Patricio Pérez.
Con un total de 50 proyectos en distintas etapas de factibilización y desarrollo, hoy solo hay dos proyectos en operación: la explotación de Livent en el Salar del Hombre Muerto, en Catamarca, y la de Orocobre en el Salar de Olaroz, en Jujuy. Ambos exportaron litio por US$ 166 millones en 2019. Sus principales desafíos hoy son expandir su producción, hacer más eficiente la extracción y obtener compuestos de mayor calidad. Objetivos que pueden impactar fuertemente en la economía y preparar al sector para cuando la electromovilidad sea una realidad en América latina.
Lo que está sucediendo ahora mismo, sin embargo, ya es estimulante. Orocobre y Galaxy, dos jugadores importantes del mercado, se fusionaron para crear -con sede en la Argentina- la «tercera compañía de carbonato de litio fuera de China». Livent anunció inversiones para duplicar su producción, con contratos high class como el de BMW. La surcoreana POSCO anunció el inicio de la construcción de su planta de producción en Salta. La minera Exar de la china Ganfeng y Lithium America Corp. está cada vez más cerca de entrar en producción. La francesa Eramet busca retomar sus planes después de la crisis de 2019. Y proyectos ambiciosos como el de Integra avanzan en sus etapas de factibilidad.
A continuación, los actores más relevantes de esta, que es todavía una nueva industria, cuentan sus planes y explican por qué vale la pena hablar de litio en la Argentina.
¿QUÉ GUSTO TIENE LA SAL?
El litio catamarqueño impulsa el rugido artificial de alguno de los Tesla que surcan hoy las calles de Nueva York, Berlín o Shanghai. Aunque el acuerdo de provisión se hizo público oficialmente recién el año pasado, Livent abastece de hidróxido de litio a Panasonic hace años para conectar las baterías de Elon Musk. Livent nació formalmente en 2018, como spin off del negocio de litio de FMC Corporation, que había ingresado en ese mercado con la compra de Lithium Corporation of America en 1985. En esos años también desembarcó en Catamarca y se convirtió en uno de los primeros proveedores de Sony: el comienzo de la revolución.
Desde su oficina en Princeton, New Jersey, el CEO de Livent, Paul Graves, describe el anuncio de inversiones de US$ 640 millones para construir su segunda planta de producción en Antofagasta de la Sierra. La construcción demandará aproximadamente tres años, con una primera fase que debería completarse en 2023 y la segunda en 2024. Cuando se completen las dos, Livent habrá duplicado su capacidad, de las 20.000 toneladas actuales a las 40.000 toneladas de carbonato de litio. «La fase 2 va a suceder exactamente cuando dijimos que sucedería, ese fue siempre el plan. La fase 1 está muy retrasada, la pusimos on hold hace un año por las restricciones del Covid-19. No podríamos haber operado con tanta gente involucrada», indica.
Poner primera
La idea de fabricar baterías para vehículos eléctricos en la Argentina necesita responder una pregunta: ¿para qué mercado? En 2021, la venta de vehículos eléctricos (EV, por sus siglas en inglés) es todavía marginal en el mejor de los casos. Europa marcó un récord en ventas de EV en 2020, pero no superaron el 11 por ciento del total de los automóviles. Bloomberg proyecta que la «supremacía» llegará en 2030 en Europa. «Lo más importante es discutir qué tecnología es la más adecuada en cada caso y condición de uso», dice Fernando Lema, gerente de Comunicación Corporativa de Toyota Argentina.
«El 80 por ciento de la energía eléctrica que se consume en el mundo proviene de fuentes no renovables, por lo cual, cargar un BEV (vehículo eléctrico a batería) no ayuda a lograr la neutralidad de carbono. En la Argentina apostamos por la tecnología híbrida: no se necesita infraestructura y nos permite reducir las emisiones de CO2». Lema dice que «no hay suficiente demanda en la región para instalar una fábrica de baterías», pero sostiene que «el proceso de electrificación no tiene marcha atrás».
El carbonato es uno de los dos compuestos de esta industria junto con el hidróxido de litio. Ambos se utilizan en baterías, pero su destino es diferente. El carbonato se emplea para los cátodos de las baterías tipo LFP (litio-ferrofosfato) o las baterías LCO (litio-cobalto) de los celulares y el hidróxido para las tipo NMC (níquel-manganeso-cobalto) o NCA (níquel-cobalto-aluminio). El hidróxido también lo utilizarán las nuevas baterías ricas en níquel de Tesla (libres de cobalto congoleño), y la nueva generación de vehículos eléctricos de Volkswagen.
La pregunta por «carbonato vs. hidróxido» es una de las más inquietantes de esta industria. Y Graves tiene su opinión: «Dijimos durante muchos años que la demanda de carbonato seguiría creciendo mucho. No crece tan rápido como el hidróxido pero crece desde una base más amplia. El roadmap de Tesla para el futuro es en High Nickel, pero eso es Tesla. No todos siguen el mismo camino. Y no todos tienen las mismas capacidades. Lo que vamos a ver en Electric Vehicles (EV) de US$ 20.000 seguramente sean baterías de carbonato».
El rápido crecimiento del hidróxido, del lado de la oferta, fue captado por Australia, que extrae litio a partir de la espodumena, minado a cielo abierto en áreas como la de Greenbushes. Las ventajas competitivas de Australia allí son tres: sus enormes capacidades mineras, un proceso menos costoso que el de las salmueras (aunque el valor de sus productos sea menor) y su cercanía respecto de China, donde se producen el 79 por ciento de las baterías del planeta. Es por eso que Australia lidera el mercado de litio con el 53 por ciento, por encima de Chile, el histórico líder, que igual que la Argentina es fuerte en salmueras. Del lado trasandino, sobre los salares de Atacama, los gigantes SQM y Albemarle producen hoy poco más del 20 por ciento global. La Argentina, menos del 10 por ciento.
Pese al hype del hidróxido, el aumento de la demanda de carbonato para baterías LFP en China (menos sofisticadas, pero más económicas) fue la gran noticia de este año. «Hasta que inventemos una tecnología que pueda convertir hidróxido desde la salmuera, es bastante probable que la Argentina esté en el mercado del carbonato», dice Graves. «Es más grande, más profundo y es más fácil hacer carbonato por la sencilla razón de que sus consumidores no son tan demandantes».
La estrategia de Livent, sin embargo, está claramente dirigida hacia el hidróxido, que lo produce en sus plantas de China y Estados Unidos a partir del carbonato que refina en Catamarca. «Hasta hace poco, la mayoría del hidróxido estaba hecho de carbonato, pero pronto, la mayoría vendrá directamente de la espodumena. Van a seguir siendo dos mercados paralelos y muy importantes», explica.
La Argentina compite hoy en el mercado del carbonato, obtenido a partir de la salmuera.
La operación de Orocobre es similar en ese sentido. Sales de Jujuy se llama la empresa en la que está asociado con Toyota Tsusho, una compañía independiente de Toyota Motor Company creada para abastecer de materiales críticos a la automotriz japonesa, y JEMSE (Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado), que retiene una participación minoritaria. El litio que obtienen en el salar de Olaroz tiene dos destinos: carbonato «grado técnico» para ser convertido en hidróxido en Japón y carbonato «grado batería», que lo utilizan directamente los fabricantes de cátodos en Japón, Corea y China. La diferencia de precios es de alrededor de un 20 por ciento.
«El año pasado firmamos un acuerdo con Prime Planet Energy & Solutions, un joint venture entre Toyota y Panasonic para producir baterías para todos los EV de Toyota y otras compañías automotrices. Tenemos un memorándum de entendimiento para entregarles 30.000 toneladas de carbonato». Quien habla es Martín Pérez de Solay, flamante CEO de una compañía que todavía no tiene nombre: la fusión entre las australianas Orocobre y Galaxy, que a partir de ahora tendrá sus headquarters en la Argentina. Juntas tienen un valor de mercado de US$ 4000 millones y reúnen operaciones muy relevantes para el país: Olaroz, que ya lleva invertidos US$ 300 millones y comprometidos otros US$ 400, y el proyecto Sal de Vida, en Catamarca. Pérez de Solay se convirtió en CEO de Orocobre en 2018 tras una extensa carrera en hidrocarburos, donde aprendió que «el mejor hedge es producir a bajo costo». Pero al mismo tiempo sabe que en este mercado las exigencias van a ser cada vez mayores: «La performance de un auto eléctrico reside más en la batería que en el motor. La química de la batería es crítica. Entregar una química de litio sustentable y estable es importante para obtener los contratos con las automotrices grandes y entender qué es lo que el mercado va a necesitar».
Es por esta razón que tanto Pérez de Solay como Graves coinciden en que el litio no es estrictamente una commodity. «Tenemos un grupo de clientes que pidieron más volumen y nos da la impresión, aunque no lo sabemos con certeza, de que otros suppliers no están siendo capaces de producir la calidad que prometían», afirma Graves, y agrega que es allí, en la calidad y en las cada vez más exigentes especificaciones de pureza de los clientes, donde se juega la gran batalla.
LA CORTEZA TERRESTRE
El amplio espectro de la inversión en litio tiene muchos jugadores, con distinta expertise y estrategias. Entre las mineras «junior», enfocadas en la etapa de prospectiva y exploración, está Integra Lithium, la división de litio de Integra Capital, el holding fundado por José Luis Manzano en 1995, que comprende operaciones en hidrocarburos, medios de comunicación y otras inversiones energéticas. Desde 2019, Integra comenzó a adquirir propiedades que hoy consolidan un total de 365.000 hectáreas de salares y otras 77.000 para extracción en roca en la zona de Ancasti, Catamarca. Para estas áreas de minería más tradicional, donde la Argentina tiene poca experiencia, Integra está asociada con la australiana Latin Resources, que también tiene proyectos de litio en Brasil y otros de oro y cobre en Perú, Chile y Australia. «Queremos posicionarnos como uno de los principales proveedores a nivel global», dice Pablo Tarantini, CEO de Integra Lithium y Managing Director de Integra Capital. En total planean consolidar seis clusters para entrar en producción en los próximos 6 años con un nivel de entre 80.000 y 100.000 toneladas anuales de carbonato de litio.
Paul Graves, CEO de Livent.
Para eso están buscando financiamiento por US$ 35 millones que les permitan factibilizar, para empezar, tres proyectos. Y si bien Tarantini observa que la macro argentina necesita estabilizarse para avanzar más rápido, cree que el interés por la posición estratégica del país hará que los fondos lleguen pronto. Integra no es la primera primera compañía con experiencia en hidrocarburos en aventurarse en el litio. En 2019, Pluspetrol adquirió la canadiense LSC Lithium por US$ 83,6 millones, y más temprano que tarde se oficializará la creación de YPF Litio, de la que ya hablaron su presidente Pablo González y el ministro de Producción, Matías Kulfas.
«El manejo de reservorios con características hidrológicas es similar, y hasta podría decirse que el litio es más sencillo que oil & gas», afirma Tarantini. «Por otro lado, tenemos una ventaja por estar instalados en la Argentina, que es algo que muchos no tienen en cuenta», agrega. Una vez completada la factibilización, Integra necesita incorporar un socio para la producción, un mercado que requiere skills químicas y comerciales muy específicas. «Si la Argentina se posiciona rápido, vamos a ser muy relevantes. No nos tiene que pasar lo mismo que con Vaca Muerta», afirma sin ocultar su entusiasmo.
Una de las juniors que más avanzó en la última década se llama Lithium Americas Corp (LAC), cuyas acciones en la bolsa canadiense pasaron de US$ 3,5 en enero de 2020 a casi US$ 15 en junio de 2021, con picos de US$ 23 a principios de año. «En general, los proyectos mineros son de argentinos que los venden a una compañía exploradora, que a su vez después lo venden a una major», explica Ignacio Celorrio, presidente para Latam de LAC. «En nuestro caso, los titulares de la propiedad eran una compañía relacionada con la familia Mignacco, que en lugar de venderla se quedaron con una participación importante en LAC. Y cuando la exploración fue exitosa, LAC no vendió a una major sino que buscó un socio para producir en conjunto, con la idea de tomar conocimiento a través del proyecto», agrega. El primer socio fue SQM, que en un marco de crecientes regulaciones y presiones impositivas en Chile había decidido diversificar sus inversiones en la Argentina. Así nació Minera Exar para encarar el proyecto Cauchari-Olaroz, para el que LAC a su vez buscó financiamiento de la corporación tailandesa Bangchak y la china Jiangxi Ganfeng, uno de los jugadores más relevantes del mundo litio. Eventualmente, SQM decidió concentrarse otra vez en Chile (había ganado la presidencia Sebastián Piñera) y vendió su parte a Ganfeng, que ahora es socio directo e indirecto (a través de LAC) en Minera Exar, junto con JEMSE, que también tiene una participación minoritaria. Su presidente es Franco Mignacco.
Exar terminará de construir su planta a mediados de 2022 con una capacidad de producción de 40.000 toneladas de carbonato «grado batería», lo que puede llevarlos rápido a pelear la primera posición con Orocobre/Galaxy y Livent. La principal ventaja del proyecto es que su cliente es la propia Ganfeng, que es la única compañía del mundo (al menos hasta que la coreana POSCO comience a producir su propio litio) totalmente integrada verticalmente: fabrica cátodos, fabrica baterías y hasta recicla baterías. Ganfeng además lleva adelante el proyecto Mariana, en Salta, y tiene otras inversiones de extracción de litio adentro de China, en Australia, México, Irlanda, y últimamente también en Mali. Además de sus propias fabricaciones, vende compuestos de litio a las grandes ligas: Tesla, Panasonic, LG, Volkswagen y BMW.
Pablo Tarantini, CEO de Integra Lithium. Foto: Patricio Pérez.
Ganfeng es la compañía que en marzo de este año firmó un memorándum de entendimiento con el gobierno de Jujuy y el ministerio de Desarrollo Productivo para evaluar la fabricación de baterías en la provincia. Aunque los más escépticos dicen por lo bajo que es humo de fantasía, Celorrio pondera la «visión estratégica» de sus socios asiáticos, quienes ya han corrido la línea de lo posible varias veces. «El tema es ver cómo y cuándo», señala.
El anuncio jujeño entronca con la discusión legislativa en ciernes, donde un sector del Gobierno propone que el litio argentino, o al menos una parte, se quede en la Argentina para agregarle valor. «Nosotros como LAC vamos a apoyar cualquier norma que incentive la electromovilidad. Pero no debería tener solo fundamentos ideológicos o científicos sino también de mercado y financieros. Si hacés dos o tres medidas para aprovecharte del mercado, lo más probable es que lo cierres. Y termines yendo en contra de lo que querés lograr. Hoy por hoy, la Argentina tiene una posibilidad de oro de ser el número uno en algo muy complicado y específico que es producir carbonato de litio de calidad. Eso en sí es un desafío enorme para lo que se necesitan muchos recursos. Antes de estar en esa posición, con una producción de, con toda la furia, 30.000 tn, sos un jugador, sí, pero uno más. Si vos consolidás tu posición, aprovechás la ventana, todas las demás cosas quizás empiezan a jugar a tu favor. Pero primero hay que ampliar la torta y traer conocimiento», sentencia Celorrio.
CUANDO TENGA LA TIERRA
En su trabajo sobre el litio publicado por Fundar, el investigador de Conicet y director de CENIT-UNSAM, Martín Obaya, sostiene que la Argentina necesita construir una visión sobre el útil metal; una que supere «las tensiones entre las visiones extractivista e industrialista sobre el recurso». En conversación con APERTURA, afirma que «la Argentina es número 2 en recurso, pero produce el 8 por ciento. En 2011, mientras hablábamos de la OPEP del litio, explicábamos el 15 por ciento de la producción. Y mientras discutíamos entre nosotros, Australia pasó de producir el 30 por ciento al 55 por ciento del litio mundial. Ahí se terminó la discusión».
En el triángulo del litio, la Argentina tiene el régimen más liberal. El litio es un mineral más, concesionable por los estados provinciales, regido por la ley de inversiones mineras y el código de minería que no contemplan ninguna restricción para su uso o comercialización. Aunque goza de estabilidad fiscal, la carga impositiva es igual que para cualquier otra actividad, y las regalías para las provincias tienen un tope de 3 por ciento. En Bolivia, las atribuciones de exploración, explotación, industrialización y comercialización de litio fueron reservadas al Estado en 2008, durante la oleada de nacionalizaciones que llevó adelante Evo Morales. Pero a diferencia de los hidrocarburos, donde siguieron operando compañías internacionales, el litio quedó en manos de la estatal YLB. Al día de hoy, no produce litio de manera industrial. En Chile, el litio quedó fuera del marco del resto de los minerales con un decreto de Augusto Pinochet, que lo declaró de «interés nuclear» en 1976. Desde entonces, aunque con variaciones, el recurso no es concesionable y sus dos explotaciones actuales (SQM y Albemarle) están enmarcadas en asociaciones con la Corporación de Fomento chilena (Corfo).
Para Celorrio, esa es la razón por la cual la Argentina tiene hoy dos minas en producción, tres más en construcción (Exar, Eramet y POSCO), 16 proyectos en factibilidad y 20 más en etapas tempranas de exploración. «A pesar de tener condiciones macro más atractivas que la Argentina -opina-, Chile no tenía una micro en litio que atrajera esa inversión. Hace 10 años, la plata no podía ir a Chile, que era el lugar donde sabían de litio. ¿Por qué vinieron a la Argentina? Porque es un mineral más».
Ignacio Celorrio, presidente de Lithium Americas. Foto: Patricio Pérez.
«El marco normativo explica que tengas muchos proyectos (y muchos especulando)», dice Obaya. «Lo que te explica la situación macro argentina es que todavía hay mucha dificultad para pasar a operaciones». Para Obaya, la discusión por la ansiada fábrica de baterías omite que el 95 por ciento de su costo deberá ser importado. «Si fuera el Estado y tengo que poner un peso, no lo pondría en una fábrica que ensamble baterías», opina.
«Hay mucho cliché y visión idealizada», asegura. «Lo que tenemos que preguntarnos es en qué queremos y podemos ser muy buenos. ¿Por qué no invertimos en desarrollarnos como exportadores de tecnología para explotar proyectos de litio en todo el mundo? La carrera de las baterías es muy difícil de correr. Hay otras que sí son interesantes de explorar. Por ejemplo, Dynami, una startup dedicada a la aplicación de nanotecnología en baterías de litio. Ahí no competís con escala».
El científico Ernesto Calvo tiene una idea. Director del Inquimae (Instituto de Química Física de los Materiales del Conicet), desarrolló un método de extracción electroquímica de litio, que se destaca entre los varios proyectos de extracción directa de litio (DLE) que están en carrera hoy en todo el mundo. Livent de hecho tiene su propio DLE, que según afirma su CEO Paul Graves, posiciona a la compañía como la más sustentable entre sus competidoras. La mayoría utilizan el método de evaporación, que a juicio de Calvo «es lento y de muy baja eficiencia».
El método Calvo «utiliza básicamente la tecnología de las baterías. Es decir, usamos dos electrodos para captar litio por un lado y cloruro por el otro, selectivamente dejando la mayor parte de los otros iones (sodio, potasio, calcio, sulfato, cloruro en solución)». Para alimentar esta electricidad propone utilizar la abundante energía solar de la puna. Las pruebas en laboratorio fueron exitosas, y ya están preparando las pruebas industriales para buscar la inversión para escalar.
«Muchas empresas de litio aún están desarrollando nuevas tecnologías para lograr un producto final lo más cercano al grado de pureza necesario para baterías», afirma Sebastián Rendina, director de Desarrollo de Negocios en Buenos Aires de Austrade, la agencia de promoción de Australia. «Un ejemplo es Lake Resources, una empresa australiana que utiliza una tecnología sin piscinas de evaporación sino a través de intercambio de iones que logran extraer el litio de la salmuera», explica.
El carbonato y el hidróxido de litio son los dos principales componentes de la industria para las baterías, pero su uso es diferente.
Al cierre de esta edición, se conoció que la surcoreana POSCO iniciará la construcción de su propia planta para producir tanto carbonato como hidróxido de litio en Salta y completar así su operación Sal de Oro, en el salar del Hombre Muerto. La de POSCO es «una tecnología disruptiva», avisan en el sector, pero todavía no hay información oficial de la compañía.
Aunque más rezagado, el proyecto Centenario-Ratones de la francesa Eramet en Salta también comienza a reactivarse. Su operación en litio debió suspenderse en 2019 frente a la caída de los precios. «A eso le tenés que sumar la situación argentina», dice Daniel Chávez Díaz, CEO de Eramine Sudamérica, la operadora del proyecto. En Eramine analizan dos opciones: una «Fase 0» para exportar cloruro de litio concentrado (una etapa antes que el carbonato) o la original Fase 1: construir una planta de 24.000 toneladas de carbonato de litio/año. Ambos planes necesitan al menos 18 meses de construcción.
«Hay sinceras razones para ser ambiciosos», afirma Celorrio. «Pero hay que tomar conciencia de la cantidad de condicionamientos que tiene este mercado. Veo una presunción de que estamos arriba del caballo y para mí es clarísimo que estamos muy lejos de eso todavía». «Ya va a llegar el momento de tener nuestra fábrica de baterías», sostiene Pérez de Solay. «Gran parte de los minerales están en la región. Cobre en Argentina y Chile, y níquel en Brasil. Y por supuesto también litio. Hay un montón de elementos que te dicen que en la medida en que la demanda esté, vamos a poder abastecer pero por acelerar ese proceso que sería hoy nocivo, no dañemos la capacidad que tenemos hoy de volver a colocar a la Argentina en el mundo con nuestras exportaciones», concluye.
Argentina tiene en el litio una oportunidad de desarrollo para una de las regiones más postergadas del país. La integración con las comunidades, a diferencia de otros proyectos mineros, tiene capítulos virtuosos. Según los reportes de Orocobre, en 2020, los 380 proveedores locales facturaron US$ 77 millones en Salta y Jujuy. La replicación de esos modelos con mejoras en la eficiencia y sustentabilidad de las explotaciones, y el posterior eslabonamiento permite ser entusiasta. ¿Podrán?
La versión original de esta nota se publicó en el número 331 de revista Apertura.
por TOMÁS RODRÍGUEZ ANSORENA
FUENTE: CRONISTA/APERTURA